Ruta arcilla para tinajas - Colmenar de Oreja (2024)

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Auteur

Turismo Colmenar de Oreja

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Routestatistieken

Afstand
7,18km

Positief hoogteverschil
142m

Moeilijkheidsgraad
Gemakkelijk

Negatief hoogteverschil
142m

Max hoogte
770m

TrailRank
25

Min hoogte
678m

Route type
Lus

Coördinaten
131

Geüpload
23 november 2021

Uitgevoerd
november 2021
Beoordeling

Wees de eerste die klapt

in de buurtColmenar de Oreja, Madrid (España)

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Routebeschrijving

Artículo de Paloma Candela
Grupo de Investigación en Ciencias Sociales del Trabajo "Charles Babbage" (UCM)

LA FABRICACIÓN DE TINAJAS DE BARRO EN COLMENAR DE OREJA

La fabricación de tinajas para la elaboración y conservación del vino fue la industria por excelencia de Colmenar de Oreja que, junto a la explotación de piedra caliza, contribuyó al desarrollo de una de las economías más saludables de nuestro entorno.

La tinajería movilizaba un variado y considerable volumen de empleo, desde la preparación del barro necesario para la confección, la leña que alimentaba los hornos, hasta los carros utilizados par el transporte de las piezas, pasando, por supuesto, por los trabajadores implicados directamente en el proceso de producción.

Las huellas y testimonios de esta actividad son, todavía hoy, visibles en el tejido urbano de Colmenar que conserva, al menos, cinco ejemplares de hornos. Junto a este singular patrimonio de nuestra cultura industrial, en esta ruta te invitamos a descubrir los saberes, técnicas y secretos que acompañaban al artesano tinajero en su labor y en su vida diaria.

A finales del siglo XIX las industria tinajera vivió en Colmenar su época dorada con la aparición de importantes establecimientos en manos de unos cuantos fabricantes descendientes de auténticas sagas familiares de artesanos locales.

La fábrica "El Convento", por ejemplo, una de las más conocidas de la localidad, contaba con máquina de vapor batidora, elevadora de agua, astilla de palmear y suela de alisar y producía al año de ochenta a cien mil arrobas. Entre sus méritos, conservaba con orgullo la tinaja de mayor cabida que hasta entonces se conocía: 1.041 arrobas, construida por un oficial de la casa en 1889 y que debido a su extraordinario tamaño no pudo cocerse (El Liberal, 4 de junio, 1899). Este mismo oficial, había construido unos años antes otras dos piezas de gran tamaño (de 714 y 695 arrobas de cabida) que su patrón regaló a los marqueses de La Laguna y que fueron a parar a las magníficas bodegas de su Cortijo de “San Isidro”.

A partir de la segunda década del siglo veinte esta industria entró en una progresiva decadencia. La epidemia de filoxera que arruinó los extensos viñedos de las comarcas más próximas y la aparición y difusión de la tinaja de cemento para conservar el vino y el aceite, fueron las principales causas del declive tinajero en Colmenar.

Las 35 manufacturas registradas en la estadística oficial de principios del siglo, se habían reducido, en 1930, en más de la mitad.

Durante los difíciles años de la posguerra, el oficio se mantuvo ocupando a jornaleros agrícolas que durante los meses más fríos del año se dedicaban a fabricar tinajas para los propietarios existentes.

La industria de las tinajas no solo tuvo un fuerte impacto en la economía local, su importancia como ocupación predominante y su continuidad en el tiempo llegaron a instaurar un particular modo de vida. La presencia y tradición del oficio, en el que participan todos los miembros de la familia, propiciaron la configurando de un espacio común de vida y trabajo; el tipo de vivienda, el entramado urbano, las pautas y lugares de sociabilidad giraban en torno a los modos y tiempos de la labor tinajera.

EL TRABAJO Y EL OFICIO DEL TINAJERO

El oficio de tinajero se heredaba de padres a hijos y entre sus reglas de aprendizaje funcionaba la jerarquía profesional del mundo de los artesanos: maestros, oficiales y aprendices.

La destreza y la experiencia acumulada por el maestro, garantizó la pervivencia de este oficio y de una arraigada cultura artesanal. Hasta sus últimos días, la fabricación tinajera, como muestran los testimonios de sus protagonistas, conservó la autonomía y el control del artista sobre su propio trabajo.

La elaboración de una tinaja duraba aproximadamente nueve meses. Para rentabilizar el trabajo, que empezaba en octubre y terminaba a primeros de junio, se confeccionaban numerosas piezas al mismo tiempo. El proceso de fabricación se prolongaba a lo largo de tres etapas bien diferenciadas:

1) La extracción y preparación de la arcilla

La arcilla o materia prima utilizada procedía de los cerros del entorno y se sacaba mediante pozos en los que trabajaban de tres a seis obreros. Después se vendía a los fabricantes por cargas de 60 kilos.

El barro extraído se volcaba en unas balsas llamadas jaraíces donde se batía con agua, se pisaba y revolvía con arena hasta formar una masa compacta. Ésta se transportaba hasta los talleres, se extendía en el suelo y se volvía a pisar y a revolver hasta conseguir una masa lisa y firme que, junta en un montón o sobón, se almacenaba en las cuevas, protegiéndola con esteras humedecidas, hasta el año siguiente.

2) La fabricación y preparación de la arcilla

El tinajero empezaba su labor utilizando solamente una astilla de madera y un mazo para alisar y endurecer el barro. Así, con sus hábiles manos comenzaba a modelar la tinaja por la base (o guinuelo) sobre una banqueta hasta llegar a levantar poco a poco una altura de varios palmos. Después de obrar el “empiece”, procedía a construir el cilindro o panza de la pieza a través de etapas más largas que se iban sobreponiendo en forma de múltiples anillos circulares. Después, se moldeaba la boca o parte por la que se estrecha la tinaja. Lo habitual, era que “la labranza se hiciera a tinaja quieta”, es decir, el tinajero se movía alrededor de la pieza mostrando una enorme pericia en el moldeado. Entre el final del cilindro y el comienzo de la boca, cada fabricante estampaba su firma en un ritual simbólico del quehacer tradicional del artesano.

3) El enhorne y la cocción de tinajas

Terminadas y secas, las tinajas se transportaban hasta los hornos cercanos para proceder a su cocción. El traslado de la labor era una de las operaciones más delicadas del proceso y requería de la experiencia y los cuidados de manos expertas que evitaran el riesgo de rotura. Si la tinaja era de paredes cilíndricas se transportaba rodando apoyada en listones de madera previamente untados de jabón para garantizar el deslizamiento. Cuando se trataba de ejemplares de panza cónica se recurría a la red de enhornar, “una especie de cinturón de esparto trenzado, con varias abrazaderas separadas por nudos que protegían las manos de los cargadores”.

Una cuadrilla de diestros enhornadores, entre 12 y 15 hombres bajo la dirección de un encargado, introducía las tinajas en el interior del horno. Las piezas se colocaban de manera muy ordenada, aprovechando al máximo el espacio interior. Una vez cerrado con adobes el arco de apertura, comenzaba el proceso de encendido. Los hornos se alimentaban con gavillas de leña, sarmientos y carrasca recogidas en los alrededores del pueblo o traídas de otros lugares próximos.

El horno iba cogiendo temperatura lentamente hasta llegar a un fuego intenso que caldeaba el barro. Pasados siete días y, enfriado el horno, se sacaban las tinajas cocidas rompiendo la pared de adobe por donde habían sido introducidas. Las piezas reposaban en las inmediaciones a donde acudían los compradores, cosecheros de vino y aceite procedentes de los pueblos vecinos de Chinchón, Villarejo de Salvanés, Arganda, Villaconejos, etc. Una vez comprada la pieza se remataba el trabajo cubriéndola con una ligera capa de pez o sebo, lo que garantizaba su conservación.

Finalmente, las piezas se transportaban en carretas hasta su destino. El trasiego y la concentración de carretas en época de entregas se convertían en un espectáculo para el visitante.

EL HORNO DE TINAJAS

Tal y como se puede ver en los ejemplares conservados, se trata de una construcción cuadrangular de unos cinco metros de lado y muros de mampostería (de piedra caliza extraída de las canteras locales) con las esquinas redondeadas sobre los que apoya una cubierta abovedada de ladrillo conocida como "capilla". Este techo de inspiración árabe, tiene una explicación funcional antes que estética ya que una bóveda de estas características resultaba imprescindible para garantizar la resistencia y el reparto de las altas temperaturas que se alcanzaban en el interior de esas cuatro paredes.
La cúpula está horadada de pequeños orificios o respiraderos por los que sale el humo de la cocción.

Al interior del horno se accedía por dos puertas, una situada al norte, en forma de arco de medio punto y de mayor tamaño que se utilizaba para introducir la labor. La otra puerta, orientada al sur sobre una cota menor de altura, facilitaba el acceso a la cámara inferior, la llamada hogar o bacha, por donde se introducía la leña que alimentaba el horno.
Sobre la bóveda de este subterráneo se encuentra la parrilla, lugar donde se colocaban las tinajas.

Finalmente, el patio o espacio abierto que rodeaba la construcción, era el lugar que se utilizaba para almacenar las tinajas una vez cocidas y los depósitos de barro procedente de las terreras.

"EL HORNO DE JAI-ALAI"
Saliendo del pueblo en dirección sudoeste hacia Aranjuez (M-318), al llegar a la Fuente de las Huertas, se divisa, a la izquierda una magnífica panorámica de otro de los hornos que mejor se conserva: el "Jai-alai". Llegamos a los pies del horno tomando el desvío que lleva a la Ermita de San Isidro, una reciente construcción inspirada en la estética del horno tinajero.

A un kilómetro aproximadamente del núcleo urbano, el Jai-alai aparece como una privilegiada atalaya desde la cual se puede disfrutar de una de las panorámicas más espectaculares de Colmenar de Oreja.

El horno de cocer tinajas era el elemento central del proceso de fabricación y su peculiar fisionomía ha dejado una fuerte impronta en el paisaje de Colmenar.

Para saber más

CANDELA SOTO, P.; CASTILLO ALONSO, JJ. Y LOPEZ GARCÍA, M. (2002): Arqueología Industrial en Madrid: la memoria del trabajo y el patrimonio industrial del sudeste madrileño, 1905-1950, Madrid, Ed. Doce Calles, Comunidad de Madrid.

FREIRE FERRERO, J. (1981): Fabricación Artesana de Tinaja. Tesis de diplomatura, Bachelor of Fine Arts por la Escuela Internacional de Artes Decorativas. Madrid.

GARCÍA FERNÁNDEZ, J. (1848): “Colmenar de Oreja: la industria de las tinajas y la explotación de canteras”, Estudios Geográficos, núm. 33, PP. 649-666.

HURTADO, Constantino (1991): Colmenar de Oreja y su entorno, Madrid.

PECKER, J. L. (1991): Su vida, su arte y sus gentes, Madrid, Ayuntamiento de Colmenar de Oreja.

YEPES SANCHIDRIÁN, Mª V. (1988): Tinajas de Colmenar: arte y decadencia, Madrid, Cámara de Comercio e Industria de Madrid, pp. 413-422.

HERNANDEZ PACHECO, E. y F. (1926): Aranjuez y el territorio al sur de Madrid, Madrid, Instituto Geológico de España.

PUCHE RIART, O. y MAZADIEGO MARTINEZ, L.F. (1999): "Industria cerámica madrileña: los hornos históricos para cocer tinajas de Colmenar de Oreja", en Boletín Geológico y Minero, nº 110 (2), marzo-abril, pp. 95-101.

-- Archivo Municipal de Colmenar de Oreja que custodia una interesante documentación al respecto y al Archivo-Depósito del IPICAM -Inventario del Patrimonio Industrial de la Comunidad de Madrid, donde se recogen, al menos, cinco ejemplares de hornos y se contaba el avanzado estado de ruina y abandono de alguno de ellos.

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